martes, 6 de noviembre de 2018

LOS DÍAS RAROS

Es curiosa la forma que tiene la vida de acercarte y separarte de las personas que van formando parte de tu historia, a veces parando en una sola frase, otras protagonizando dos o tres capítulos y, en unas pocas ocasiones, convirtiéndose en personajes principales y llenando páginas y páginas de palabras tan entrelazadas que cuesta adivinar si son de su historia o de la tuya.
En ocasiones, pasas años cruzándote con una persona en diferentes situaciones sin llegar a entablar conversación alguna con ella y un día, de repente, la casualidad o el destino o ambos, quién sabe, hacen que coincidas en el lugar y hora adecuados para hacerte sentir, tiempo después, que ese encuentro tan fortuito no podía por menos que ocurrir justo entonces, justo allí.
A veces, alguien que conociste hace tiempo y en quien no reparaste más que un pequeñísimo instante, llega un buen día y se convierte en el motivo principal de tu sonrisa durante años. Y así, caminamos sin saber qué o quién nos encontrará al doblar la esquina. Y así, a veces no es un quién sino un cuándo, no es un dónde sino un cómo, no es un qué sino un cuál.
Me gusta pensar que todas esas personas llegan a tu vida por algún motivo, que hay un poco de magia en este mundo y que está justamente ahí, en esas pequeñas cosas, en esos encuentros fortuitos y en esas miradas cruzadas que terminan construyendo algo.
Es por eso que me atrae la gente auténtica, la gente genuina... Esas personas que te transmiten algo en su forma de hablar, de moverse, de sonreír; que no venden humo, que no se maquillan el corazón ni el alma, ni se esconden tras una máscara, ni  les asusta decir lo que sienten porque sus sentimientos son sencillos y livianos; que no se visten de quien no son, que tienen miedo y no lo tienen a decirlo. Esas son las personas por las que el mundo sigue girando, por esos pocos que son luz, como un faro en el mar de miedos, de dudas e incertidumbre en el que nadamos todos los días. Y no hay que escatimar en esfuerzos por alimentar su llama para que no se extinga porque de ellos es el futuro y hay que recordarles, cuantas veces sea necesario, que todo cambia, todo evoluciona y por muy negro que se vea el horizonte durante un tiempo, sólo hay que esperar con la certeza de que amanecerá, tarde o temprano.
Es la mayor lección que he aprendido este año: siempre hay que mirar las cosas con cierta perspectiva, alejándote. Desde lejos todo se ve más pequeño y puedes darle el lugar que merece, ya sin temor a no saber encontrarle espacio. Yo me he alejado mucho de mí misma durante varios meses porque era necesario revisarme y entender lo que me había pasado y por qué. Ahora lo sé, ahora lo entiendo. He aprendido a ser paciente conmigo misma, a darme el tiempo necesario para sanar, para volver de nuevo al camino. Y ahora sé también cuán afortunada me siento de ser quien soy, de conocer mis imperfecciones: las de siempre, las nuevas, las que corrijo a base de esfuerzo y trabajo constantes y de seguir aprendiendo de ellas día a día, de valorar el camino que recorro, que siempre termino encontrando y, sobre todo, de no tener miedo a recorrerlo; de reconocer mis errores, aceptarlos y darles el lugar que les corresponde, más pronto o más tarde, y de saber aceptar también las imperfecciones de las personas que tengo a mi lado sin machacarles por ellas.
Y al final todo se trata un poco de eso: de aprender a rodearte de luz y, sobre todo,  de quererte cuando otros no encuentran la forma de hacerlo.



Ábrelo, ábrelo despacio,
di que ves, dime que ves,
si hay algo,
un manantial breve y fugaz
entre las manos.


Toca afinar, definir el trazo,
sintonizar, reagrupar pedazos
de mi colección de medallas
y de arañazos.


Ya está aquí, quien lo vio
bailar como un lazo en un ventilador.
Quién iba a decir que sin carbón
no hay reyes magos.


Aún quedan vicios por perfeccionar
en los días raros,
nos destaparemos en la intimidad
con la punta del zapato.


Ya está aquí, quien lo vio
bailar como un lazo en un ventilador.
Quien iba a decir que sin borrón
no hay trato.


El futuro se vistió
con el traje nuevo del emperador,
quién iba a decir que sin carbón
no hay reyes magos.


Nos quedan muchos más
regalos por abrir,
monedas que al girar
descubran un perfil
y empieza el celofán
y acaba en eco.


VETUSTA MORLA - LOS DÍAS RAROS